Medellín ha sido la ciudad más ejemplar en Colombia por varias razones: le da continuidad a las buenas gestiones de la administración pública, en otras palabras, construye sobre lo construido. Esa es la clave de porqué las obras en Medellín se ejecutan más rápido que en otras grandes metrópolis como Bogotá, que, siendo la capital, aún y después de más de veinte años, sigue debatiendo sobre si hacer el metro subterráneo que propuso Petro o el elevado que dejó contratado Peñalosa y que ya empieza a ejecutar Claudia López. Con la elección de Galán, ese debate parece que se cierra.
El Metro de Medellín se inauguró hace 28 años (el 30 de noviembre de 1995) y con el tiempo, fue incluyendo nuevas formas de transporte a su sistema que generan mejor calidad de vida para sus habitantes. En 2002 se inauguraron los metro cables que van a las partes más altas de la ciudad, ubicadas en el oriente y occidente. Hoy se cuenta con 6 líneas; en 2011 se inauguró el Metroplús (que es como el Transmilenio de Bogotá), y en 2016 se inauguró el tranvía eléctrico que transita por el centro de la ciudad.
Obras que se han hecho en distintas administraciones y que le dan continuidad a la obra original, que además es símbolo de orgullo de los antioqueños. Por lo general, los metros del mundo son sucios, pintados con grafitis y huelen feo. Esa regla se rompe con el Metro de Medellín. Ningún paisa permite que lo maltraten, porque es a su vez, símbolo de resiliencia.
Dos años antes de inaugurarse el Metro, la ciudad, así como Bogotá y buena parte del país, vivía en zozobra ante la eventualidad de sufrir un atentado, un carrobomba o un tiroteo por la guerra que libraba el Estado con Pablo Escobar y los carteles de narcotráfico. ¿Cómo lograr que una ciudad diversa y vulnerable cuidara como si fuera un espacio sagrado el Metro de Medellín? Se logró con cultura.
Sin importar el estrato social, Medellín es una ciudad profundamente religiosa, particularmente católica. La película La virgen de los sicarios retrata cómo los sicarios le pedían a la virgen que los ayudara en su misión. No es casual que la estación central del Metro de Medellín lleve el nombre de San Antonio y que la ambientación de la estación sea con imágenes religiosas. El mensaje era claro: el que entre al Metro debe portarse como si estuviera en la iglesia.
La administración de Quintero Calle sale como la peor de la historia de Medellín porque en lugar de gobernar y darle continuidad a los buenos proyectos y ajustar lo que hubiera que ajustar, se dedicó a pelear con todos los sectores políticos. Quiso hacer creer a la opinión pública que venía a salvar a una ciudad que estaba de capa caída, cuando no era así. Lo peor, fue que Quintero Calle vio en su alcaldía el camino más expedito para enriquecerse.
La veeduría Todos Por Medellín denunció durante estos casi cuatro años, hechos de corrupción en esta administración. La Fiscalía imputó a siete exfuncionarios y seis contratistas por malos manejos; la Procuraduría General de la Nación está haciendo lo propio por mala administración en Metroparques; y por primera vez en la historia de la ciudad, un secretario de la alcaldía es sacado de su puesto a través de la moción de censura que votan los concejales.
Se trata del ya exsecretario privado de Medellín, Juan David Duque. De los 21 concejales que tiene Medellín, 15 votaron a favor de la moción de censura. Para que esta se aprobara, se requerían dos tercios de los votos (14), con lo que el exsecretario queda con la deshonra de ser el primer secretario destituido por corrupción. Cobraba dos veces el mismo gasto: por reembolso y por viáticos.
Como decían analistas políticos esta semana, si ese es el manejo que le da esta administración a la menuda, cómo será el manejo con la gruesa.
Bien hecho por los medellinenses que hicieron respetar su ciudad. Esa es una ciudad que se siente orgullosa de superar la violencia a través de la innovación y obras sociales y que no podía quedarse quieta con una administración que vino a fragmentar.
Lo lindo de la democracia es que da la oportunidad de refrendar o castigar a los malos gobiernos. A los medellinenses le dio la oportunidad de manifestar su descontento y ponerle un gran reto a Fico, quien seguirá teniendo a una ciudadanía vigilante y con gran expectativa por salir de los atolladeros que dejó Quintero.
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