Por José María Dávila Román
Hay personas que se niegan a que haya cambios en sus territorios porque están apegados a las tradiciones, costumbres y vocaciones heredadas de sus antepasados; pero no se dan cuenta de que hay vocaciones, particularmente económicas, que cambian así se nieguen a aceptarlo.
En De animales a dioses de Yuval Noah Harari, se relata cómo los primeros hombres hacían trueque, luego cuando la población fue creciendo, unos grupos decidieron que la sal era la “moneda” de transacción, en otras latitudes fueron las telas, hasta que llegó el oro y el acuñamiento de las monedas que se mantiene vigente hasta hoy.
En ese mismo texto y de manera provocadora, el autor afirma que la agricultura fue “el mayor fraude de la historia” porque pasamos de ser nómadas, cazadores y recolectores a ser sedentarios y agricultores, para, en teoría, tener mejor calidad de vida y domesticar las plantas y animales, cuando en el fondo, según el autor, fue el hombre el que resultó siendo domesticado por la agricultura. Como agricultor trabajaba más que como cazador – recolector. Debía cosechar abundancia de alimentos que almacenaba por si ocurría escasez, esa que no sufría en su condición anterior de nómada, como tampoco sufría las enfermedades que adquirió como agricultor por vivir en espacios confinados y llenos de gente; sin embargo, la agricultura se impuso, a pesar de algunos rebeldes que se resistieron al nuevo modo vida pero que terminaron desapareciendo al igual que sus costumbres.
El hombre siempre está buscando la manera de facilitarse la vida, así no siempre se cumpla esta condición, eso, per se, genera transformaciones que son inevitables, a pesar de la nostalgia de algunos por querer vivir en el pasado.
Para la muestra de un botón, en el ejercicio de construcción de Plan de Desarrollo del municipio de Jericó, suroeste de Antioquia 2024 – 2027, se mencionaron las transformaciones agrícolas que se están viviendo en el municipio.
Jericó pasó de ser principalmente caficultor a aguacatero. Hace unos años, de las 19.300 hectáreas que tiene Jericó, el municipio tenía sembrado 4 mil hectáreas de café. Hoy son 1.400 hectáreas. Es decir, el 7.2% del territorio; por el contrario, el cultivo de aguacate hass es el principal producto agrícola, mercado dominado por tres de las grandes empresas productoras de aguacate hass en Colombia: Cartama, Jericó Hass Company y San Basilio. Hay 500 mil árboles de aguacate sembrados en Jericó, siendo así el segundo productor de aguacate del suroeste, con un potencial para cosechar 6 millones de kilos. Hoy se cosechan 3 millones, por la caída de los precios debido a la sobre oferta del producto en el mercado.
Los que viven en la nostalgia del pasado, no vieron que Jericó ya no es principalmente caficultor, que la agroindustria de aguacate y la reforestación industrial son los principales aprovechadores del suelo, que el turismo no fue planeado, sino que nos llegó por el “milagrito” de la Madre Laura, generando una derrama económica en los comerciantes, así como el incremento en bienes y servicios como los arriendos y el costo de la tierra que será aún mayor cuando la doble calzada hasta Medellín esté completamente terminada. Es la consecuencia de las transformaciones y hay que adaptarse a estas.
Querer vivir en el pasado, es estar condenado a desaparecer. Los estoicos dicen que hay que tenerle miedo al miedo porque este no deja avanzar. De los cambios -eso incluye a los cambios en las vocaciones productivas-, hay que crear oportunidades que nos permitan vivir mejor aprovechando las potencialidades. Hace 40 años pensar que Jericó podía ser turístico, silvicultor y exportador de aguacate, era impensado por el difícil acceso, menos aún que en este territorio se encontraba uno de los depósitos de cobre más importantes del país, con el que se puede sumar una nueva vocación económica.
*Empleado de Minera de Cobre Quebradona.
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